La Yura

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miércoles, 2 de agosto de 2017

LA YURA VII COLOQUIO LUNES 7 DE AGOSTO. EL JUEGO QUE NOS SOMETE Y TODOS JUGAMOS

"TÍTERES MOREPRIANEROS"



La filosofía, la educación y el rescate de los valores.

 Por Víctor Manuel Barceló R.

Art. de la semana.
Con mi afectuoso saludo.
2ª Parte.
Estamos discurriendo sobre Filosofía de la Educación, con la inspiración de un Diplomado que el Colegio de Puebla (Colpue) lleva a cabo en estos días. Allí se están apreciando los aportes de los principales filósofos de la humanidad a una de las actividades más importantes para el crecimiento con bienestar de los pueblos: la educación integral de su gente.

Como para tener un buen sabor de boca, presenté la tesis fundamental de
Sócrates, su Mayéutica en base al diálogo y respeto al conocimiento original de los alumnos. Veamos ahora otros autores que enriquecieron, poco a poco y adecuando a los momentos que vivía la humanidad, el pensamiento acerca de la educación integral.

Pero antes precisemos porque integral y aún más de excelencia.  No existe forma más precisa para referirnos a esta vital acción humana. En cada etapa el ser humano sobre la Tierra afronta diversos acontecimientos que marcan las épocas, así ocurrió en el largo transcurrir de la vida. Nuestra generación está viviendo un momento de perturbación profunda debida a cambios de excepción: apertura comercial impulsada por los centro de poder planetario, tanto como competitividad internacional progresiva y agresora hacia pueblos y comunidades de nuestra Región, globalización manejada desde las finanzas mundiales, avances científicos y tecnológicos rápidos y encausados a servir al gran capital, variabilidades en la geopolítica por agentes étnicos, económicos, políticos, religiosos, principalmente.

Las sociedades acusan una modernización sin igual. Las políticas educativas responden a estos cambios con la mayor rapidez posible. Son acontecimientos íntimamente relacionado con los procesos sociales, pero no siempre tienden a la consolidación del bienestar humano. Solo satisfaciendo los principios y valores de la educación: José Luis Ortiz Rosales entiende a "La educación como proceso dentro de la sociedad, (que) transmite la cultura, es decir, los valores, normas, pautas de comportamiento y conocimientos científicos y tecnológicos". Podríamos agregar que solo podrá cumplir con la búsqueda de mejores condiciones de vida para todos, si en su conformación participa la población, pero esto se verá posteriormente. Ver: http://www.itesm.mx/wps/wcm/connect/snc/portal+informativo/opinion+y+analisis/firmas/dr.+jose+luis+ortiz+rosales/op%2822nov13%29joseluisortiz


Por ello, en muchos de nuestros países –incluido México- la educación ofrece soluciones inacabadas a tal reto, que se compagina con el avance planeado a un desarrollo sustentable. De no cumplir tales objetivos, el proceso educativo, en lugar de impulsar mejores condiciones de vida respetando el medio ambiente, adquiere condiciones negativas que agravan las desigualdades, al no cumplir en sus procesos con la equidad, la igualdad y la tarea colaborativa al interior y exterior de los centros educativos, que son partes de una filosofía de vida que pretende la paz y la libertad.
   
No es nada nuevo que el ser humano busque esa excelencia –superemos lo de calidad que se ajusta a otros asuntos-. filosofar está en nuestra naturaleza. No hay  diferencia por raza, religión, elites sociales y continente en que se habite. Por eso el filósofo, ama el saber, lo busca e integra a su ser hasta hacerlo filosofía de vida.

Pero ésta no se cumple solo con el conocimiento, habrá que convertirla en forma de existencia realmete. Esto es, llevarla a la práctica e ir conformando una vida  plena, propia, sin que autoridad o persona nos condicione o evite saciar nuestra infinita ansia de conocimiento, única manera de llegar a la sabiduría. Con ella caminar posesionándonos sin embudo lo que nos llegue externamente. Un filósofo
es humilde, fraterno, solidario. La filosofía nos encausa a  disfrutar de su grandeza, sabiduría en acción.

Decíamos que la filosofía nos lleva por rutas de libertad. Con su concurso actuante tomamos del orbe lo que nos brinda. Lograrlo requiere saber elegir entre lo bueno y lo malo para un transitar terráqueo formidable y saber aplicarla socialmente para compartirla con quienes son los compañeros en este viaje singular sobre la Tierra.

En la China del siglo VI a.C., se vivía un escenario de gran fragmentación política e incesante tensión bélica. Ese fue el contexto en que existió uno de los más grandes defensores de la transformación moral de la sociedad, a través de la educación. Le auxilió en su labor el que si bien el belicismo tenía allí su centro de tensión, la dinastía Zhou reinante, era intérprete de un destacado desarrollo cultural y majestuosidad de las artes y letras.

Kong Qiu, nace el año 551 A.C. de familia de la baja nobleza del Estado de Lu. Años después se sería el “maestro Kong” o Kong Fuzi, y que los jesuitas del (siglo XVII) llamarían Confucio, cuya biografía se cae entre realidad y leyenda. Como ocurre con Sócrates según vimos, cuanto conocemos de su obra y pensamiento viene de testimonios y enseñanzas que sus discípulos reunieron en la obra llamada Lunyu (Analecta) misma que nos da buena cuenta de su forma de concebir el mundo y del proyecto de transformación social que intentó llevar a la práctica.

Su vida fue muy accidentada: huérfano de padre a los tres años abandona, con su madre, su ciudad natal hacia Chun Fu, desde donde desarrolla diversas tareas domésticas y laborales para asegurar su subsistencia. Así conoce y vive la pobreza y desigualdad de una sociedad con gran cantidad de problemas. Estas vivencias le llevan a ir consolidando sus ideas para transformarla. Fue ávido lector, a los quince años dominaba casi por completo el amplio alfabeto chino para penetrar obras de historia, música, poesía y literatura, que cultivan su entendimiento. Como autodidacta, define las esenciales líneas ideológicas de su pensamiento, fortaleciendo la creencia de que el cambio social no podría llegar de otra forma que no fuera a través de la educación, a la que dedica el resto de su vida.

A los diecisiete años pierde a su madre. Un puesto de trabajo (inspector de graneros) ofrecido por el gobernador de Chun Fu, le permite superar la pobreza. Desde esa cómoda posición social y económica dedica gran parte de su tiempo a sus lecturas y formación. Allí entiende que su aprendizaje servirá poco si no lo comparte con la sociedad en que convive, fundando una escuela con acceso a todos los jóvenes de la ciudad -no sólo hijos de nobles y familias adineradas- ya que su concepto de “hombre noble” no por nacimiento, sino quien obraba con rectitud y bondad. Su proyecto era desaparecer las diferencias de clase por linaje y avanzar hacia un sistema más justo en el que la diferencia entre los hombres (seres humanos) fuese su buen obrar y sus principios, no orígenes y ascendencia. Impulsaba una educación al alcance de todos, en que se formase y transmitiesen conocimientos, pero también valores. Su propuesta revolucionaria en el siglo VI A.C. es más desarrollada que muchos planes educativos multipublicitados en la Región Latinoamericana y Caribeña.

Confucio trató siempre de conciliar su tarea educativa con el ejercicio de cargos en la administración. Para transformar la sociedad, importaba dar ejemplo. Nada mejor –pensaba- que actuar en el sistema, desde dentro e incorporar medidas que permitiesen al ciudadano ver que el cambio era posible. A los cincuenta años, fue nombrado consejero del duque de Lu, Ting, con posibilidad de tomar decisiones para garantizar el acceso de la mayoría, al sistema educativo y la protección de sectores sociales más necesitados: ancianos y niños, cuyas miserias conocía bien desde su juventud.

Su proyecto nunca se afirmó. Dimite de dicho cargo, desengañado con el hedonismo del duque y su falta de compromiso, para buscar apoyo de otros príncipes y señores feudales, tratando de impulsar su modelo de buen gobernante, ejemplo para su pueblo. Corroboró que ninguno de ellos cedería un gota de su poder, ni renunciaría a su fastuoso y lujoso estilo de vida, como seguimos corroborando en la actualidad, en tanto la población organizada no haga presencia en las determinaciones oficiales.

Rendido ante tal situación, sin llegar a las ideas concebidas mucho después de la participación social en las determinaciones de los gobiernos, dedica su vida a sus estudios y enseñanzas, difundiéndolas  entre su creciente grupo de discípulos, persistiendo en llevar a cabo esa transformación moral de la sociedad. El año 479 A.C., Confucio muere, tras una vida plena, dedicada a la enseñanza y a buscar el sueño sin cristalizar en su proceso vital. Sus ideas no expiran con él, su legado siguió curso a través de los muchos seguidores que tuvo. La influencia de su pensamiento lo transformó en un referente en China. Hoy, en el Planeta, su juicio fundamenta procesos alternativos de educación. Su ejemplo y el de muchos más, serán faros para ese cambio ineludible, si como individuos y sociedad queremos una educación libre, laica, equitativa, colaborativa, en que la voluntad y la palabra nos guíen hacia un mundo de paz y de concordia universales. (Continuará)
V_barcelo@hotmail.com   Puebla, Pue. 30- julio- 2017.